VAINILLA

Al llegar a la habitación lo primero que percibí fue su perfume, un olor avainillado que me volvió loco desde la primera vez que la vi en el pasillo del supermercado, con su vestido floral y sus sandalias planas, dejando ver sus largas y torneadas piernas que terminaban en unos pies bonitos, me llamó mucho la atención su tobillera plateada y en el pie derecho dos anillos. Ella notó mi mirada y me hice el desentendido, pero en mi mente ya estaba la idea de cómo sería tener esos pies contra mi pecho, mientras era embestida por mi miembro ardiente; su voz me sacó de mi elucubración al decirme algo que hasta la fecha me parece increíble: "Qué buena erección tienes ahí".

Me quedé helado sin saber qué hacer mientras ella caminaba, bamboleándose y deleitándome con las formas que dibujaban las flores del vestido al deformarse por la presencia de sus bien formadas nalgas.

-¿Vienes?
-Por supuesto- dije aún sorprendido y tratando de disimular mi erección para los demás clientes.

Encendí la luz y ahí estaba, amarrada de manos y pies, con los ojos y la boca cubiertos para mejorar la experiencia. -Ya vine, dulzura- susurré a su oído mientras con mi dedo índice recorría las areolas de sus pezones sobre el camisón transparente.

En seguida se me puso duro al escucharla querer expresarse, sus quejidos mudos elevaban mi excitación; me quité la ropa para estar más cómodo y para que sintiera mi pene erguido pasear por sus piernas mientras colocaba un vibrador en la abertura de su tanga de mariposa, verla empezar a retorcerse de placer me volvía loco quería penetrarla de inmediato, pero la paciencia es un elemento crucial en los juegos del deseo, corregí el amarre de sus pies y los coloqué juntos para poder masturbarme con ellos mientras ella gozaba con el vibrador, el olor de su sexo y su perfume evocaban en mí el cielo, al verlo todo húmedo supe que era el momento.

Le quité la tanga y empecé a frotar mi glande en su clítoris preparando la perfecta unión, sus gemidos apagados se intensificaron al sentir el miembro ferviente entrando en su humedad, -abraza tus piernas- dije mientras le desataba las manos, obedeció al instante y seguí los embates mientras le chupaba los dedos de los pies y ella arqueaba su espalda.

Quité el amarré de sus pies y las vendas que sesgaban sus sentidos para que pudiera verme, coloqué sus pies contra mi pecho justo como en mi mente la primera vez y presione sus rodillas contra su pecho para que la penetración fuera profunda, sentí cómo mi pene resbalaba cada vez más y ahora ella podía gritar y mirarme, sentí sus chorros vapuleando mi vientre y empapando mi miembro y mientras tenía sus ojos en blanco descargué mi deseo en su pubis cubierto de ligero vello.

-¡Así mi amor, qué rico!
-¡Feliz aniversario!

|