DE UN CARAJILLO A...

La sutil espuma del carajillo que Cansu le arrebató con una sonrisa astuta, casi irreal, mapeó exquisitamente la comisura de sus labios, geografía que se perdía de a poco con los círculos hipnotizantes de su lengua ávida.

La aguamiel la embriagaba con susurros que iban y venían entre cabellos que atrapaban el elixir de su olor sostenido en el breve espacio. Y esa mirada esmeralda la revolcaba como espuma de mar. Empapadas. Aréolas morenas que despiertan y ricos pezones se endurecen y se levantan. Tela traslúcida. Mojada.

Imposible disimular el aroma de sus fluidos. Senay.

Una fuente oculta se enciende entre risas y el tintín de copas en las mesas de los costados. Las notas de la orquesta de unos labios temblorosos que lloran y merodean.

Cerró los ojos al sentir los dedos electrizando por debajo de su hombro y trazando una línea flotante hasta esa clavícula. El pecho que se abre. Redondas y perfectas tetas se asoman. Cansu se enderezó sintiendo que el aire se agotaba. Y, en cambio, los ojos noche exploraban por debajo de sus lunares escondidos.

Los latidos del corazón competían acelerados en la carretera del encuentro etérico, oceánico, volcánico.

Con un dedo tocó su boca y con el otro su concha debajo de su ropa y una necesidad instintiva las volcó, las revolcó, las enredó. Un tormento que cesaba. Y allá, en lo más bajo, los tobillos se deslizaban y la zapatilla fosforescente desafiaba la caída libre, subiendo entre piernas que de sobresalto incontrolable se estremecían y se abrían con el roce. Abrían más y más. Lamidas estimulantes.

La habitación (¿Cómo llegaron hasta ahí?)... era testigo de la flor que asaltaba sus redondos y exquisitos senos, y el farol que irrumpía entre siluetas, fluidos y gemidos placenteros llevaba luz al inquietante cuello que con la mano de ella tironeaba voraz y delicadamente hacia atrás.

Mordían la frutilla y el jugo caía en las manos que escalaban los muslos voluptuosos ya dispuestos y atiborrados de deseo.

Las florecillas del crop de Cansu desvanecían con la tenue ayuda de Senay, y el vestido se abría como ventana que lleva hasta donde las olas repican. El remanso de un sabor cacao tropical mojando los labios.

Se movían en círculos. Sus pelvis dibujaban infinitos para después culearse así de rico aferrándose hacia abajo, hacia atrás, rebotando y uniendo las caderas desesperadamente.

Jadeando se chupaban, se succionaban. Y un velo de sudor las pegaba. Extrañas que dejaban de serlo. Folladas como pudieron, como quisieron, como fueron…

Dedos que se chupan y nalgas que se muerden y se abren.

Cansu levantó su pierna para enredarse y dejar que los sexos excitados e insaciables se encontraran, chocaran, dieran, recibieran y se frotaran pidiendo siempre más.

Tenían las conchas bien dilatadas y los clítoris hinchados con dedos que abrían las profundidades pilladas con caricias de lengua fascinantes. Las almejas hervían y chapoteaban escurriendo.

Cansu y Senay comenzaron a contorsionarse entre espasmos. Apretó sus pechos a los de Senay y fue a sentarse sobre su jugosa entrepierna…

¡Aaaaaah…!

Mientras Cansu se corría como una diosa salvaje, Senay se bañó entre néctares vaginales, aventándose al acantilado de fuego ardiente y sumergiéndose al mar de las aguas más tibias y peligrosas. Enloquecida resbaló en los más profundos escondites de una piel candente descubierta.

Afuera, la lluvia llegaba para hacer eco de dos alientos salvajes… y de la sinfonía de quejidos y gritos lujuriosos que se fundían y reventaban en las sillas, en las sábanas, en la alfombra, en las cortinas. En sus bocas, sus vientres y sus manos temblorosas mojadas en gotas multiorgásmicas de pasión.

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